Comentario
Frente a los acontecimientos y solemnidades de carácter político, las actuaciones palatinas tuvieron un signo muy diverso: bailes y obras teatrales fueron práctica común en todas las cortes desde los festejos renacentistas. En 1620, cuando Felipe III se recuperó de una grave enfermedad, el virrey de Nápoles organizó un divertimento espectacular con música y baile, del que sólo se conservan las piezas musicales de la obra "Polisipo" y cuyo asunto, en torno a ninfas y pastores, sirenas, salvajes y dioses, permite hacerse una idea de cómo debió ser la puesta en escena del salón real napolitano.
Durante el reinado de este monarca aparecieron las comedias de tramoyas, un género que requería una compleja maquinaria para lograr los efectos escénicos requeridos y que muy pronto se introdujo en la corte de Felipe IV. Los principales poetas y dramaturgos, como Villamediana, Lope de Vega o Calderón de la Barca, y artistas versados en las artes escénicas perfeccionaron estas experiencias festivas. El artífice que posibilitó mutaciones rápidas, que pasaban de jardines a palacios, de bosques a marinas con olas y olimpos con dioses y carrozas flotantes, fue Cosme Lotti, un tramoyista procedente de Florencia. Su labor coincide con los grandes espectáculos celebrados en el Buen Retiro, una construcción promovida por el conde-duque de Olivares, con fines ambiguos desde el punto de vista político pero puramente lúdicos.
La época dorada del Retiro se inaugura en 1633 con corridas de toros, justas, comedias, bufetes, luchas entre animales, etcétera, durante varios días consecutivos y en el marco de los jardines, del Coliseo, del Casón y de los grandes patios del palacio. Nacimientos, bodas, reconciliaciones o acuerdos diplomáticos eran pretextos válidos para motivar el festejo, aunque siempre coincidiendo con la Navidad, el Carnaval y los primeros meses del estío. Pero también un conflicto bélico o una defunción regia paraban categóricamente las celebraciones.
Entre las jornadas festivas más renombradas del siglo destaca la realizada entre el 15 y 24 de febrero de 1637. La mascarada organizada y el gasto que ocasionó no tuvo precedentes, aunque sí tuvo tal resonancia que quedó comentada y descrita por muchos contemporáneos. Se necesitó un amplio y despejado lugar para realizar un coso y se eligió el conocido Prado Alto de San Jerónimo; se rodeó de una estructura construida en madera con centenares de palcos y simulando cuerpos arquitectónicos pintados en vivos colores.
Gran parte del espectáculo se realizó por las noches y quedó iluminado por miles de antorchas y faroles de cristal. Durante varios días hubo justas, cañas, danzas y coloquios literarios. En palacio se simuló una batalla entre damas que se arrojaron huevos perfumados protegiéndose con escudos dorados y plateados. De todas las diversiones destaca la representación efectuada en los dos carros alegóricos que trazó Cosme Lotti y que fueron arrastrados por bueyes disfrazados de rinocerontes. Simbolizaban la Paz y el Triunfo de la Guerra y Calderón de la Barca se ocupó de escribir un coloquio para explicar el sentido de ambas carrozas. Otros cuatro carros fueron decorados para una mojiganga que representó fábulas y comedias.
Además de los carros, del Coliseo y de los salones existió otro escenario utilizado con gran éxito: el estanque grande de los jardines, en cuya isla Cosme Lotti hizo gala de su capacidad con la puesta en escena de la historia de Ulises y Circe, escrita por Calderón, o de la obra de Tirso de Molina "La fingida Arcadia". Los efectos escénicos y el reflejo de las luces e iluminaciones en el agua durante las representaciones nocturnas tan sólo pueden ser imaginados, ya que ninguna imagen se ha conservado de estas comedias de tramoyas, que combinaban ballets, mascaradas y disfraces con música y cantos, muy próximas a la ópera. El único testimonio gráfico con el que contamos son los once dibujos enviados a la corte de Viena después de la brillante escenificación de "Andrómeda y Perseo", una obra de Calderón estrenada en 1553 y puesta en escena por otro florentino, sucesor de Lotti en el Retiro, Baccio del Bianco. Los efectos aéreos y los artilugios mecánicos, como autómatas o carrozas voladoras, culminaron este capítulo del teatro en las fiestas cortesanas.
Algunos dibujos, ilustraciones y proyectos para decoraciones teatrales conservados de Rizi o Herrera el Mozo testimonian la colaboración de los pintores en estos aparatos y arquitectura fingidas, así como la continuidad de estos artificios en décadas posteriores. Pero el brillo de los fastos cortesanos se apaga con el último monarca Habsburgo.
De siempre los mejores artistas de la corte se involucraron en las artes provisionales. Pompeo Leoni intervino en festejos madrileños del último tercio del siglo XVI y, a mediados de la siguiente centuria, destacaron figuras como Herrera Barnuevo o Pedro de la Torre.